Según informan diversas fuentes Mr. Harry Loynd, presidente de Parke-Davis durante un periodo importante del siglo pasado, solía arengar a sus fuerzas de venta con una afirmación de lo más sugerente: «Si pusiéramos bosta de caballo en una cápsula, podríamos venderla al 95 por ciento de los médicos». Muchos además lo oyeron repetir (en diversos contextos): «Las pastillas son para venderlas, no para tomarlas».
Si bien estas verdaderas frases para el bronce admiten diversas lecturas y reflexiones, parecen en todo caso dar cuenta de lo que podríamos llamar el “lado B” de la larga relación de amistad y colaboración mutua entre la profesión médica y el marketing farmacéutico; un «lado B» olvidado entre las páginas rasgadas de la Historia Oficial, que hablan entre otras cosas de intenciones tramposas y de sentimientos innobles. Como la mala fe, y el desprecio.
Si bien hoy en día los mandamases de la industria suelen hacer pública apología del profesionalismo y el rigor científico de los médicos (cualidades que nos harían inmunes a la influencia de sus trucos promocionales y de sus sobornos-sabor-patrocinio), un examen detenido de la mecánica y naturaleza del marketing farmacéutico y de sus resultados lo deja a uno pensando (o debiera). Pensando, por ejemplo, que en realidad no sería raro que los mismos que así nos elogian guarden en la privacidad de su mente una opinión no muy diferente de la que tenía sobre nuestro gremio el deslenguado de Harry Loynd, que en paz descanse.
Mal que mal, no nos han vendido bosta de caballo (hasta donde sabemos), pero sí han logrado vendernos con éxito indiscutible medicamentos casi igualmente inútiles (1, 2), y otros tantos bastante más peligrosos –a decir verdad– que el vapuleado producto de la digestión equina. Y lo han hecho a sabiendas, valiéndose de estrategias que no apelan precisamente al intelecto y al conocimiento científico, sino a los determinantes más irracionales y corruptibles de nuestras decisiones, todos ellos casi siempre inconscientes.
Pues si algo quiso dejar en claro Loynd a sus huestes visitadoras es que no importa qué le vendes a los médicos, mientras sepas cómo vendérselo. Esto, décadas antes de que su compañía protagonizara uno de los casos más célebres de marketing fraudulento, soborno sistemático y manipulación de la literatura científica, en su exitosísima campaña de promoción de la gabapentina para todos los males imaginables (campaña cuyas diferencias con cualquier otra son, en términos generales, mucho más cuantitativas que cualitativas).
Hoy, difícilmente un ejecutivo de un laboratorio pronunciaría en público palabras tan políticamente incorrectas como las de Loynd, pero muchos deben estar encantados (como ciertamente lo estaría él) de ver que la profesión médica sigue no sólo abriendo sus puertas de par en par al marketing farmacéutico, sino también permitiendo –y promoviendo– la constante injerencia de la industria sobre su educación continua y sobre sus instancias de actualización e intercambio científico.
por Cristóbal Carrasco.
Sitio: Versalud
Es por esta, y otras razones, que muchos médicos hemos decidido tomar distancia de la alopatía… Prefiero dedicar mi tiempo en la consulta (1 hora por paciente) a cambiar hábitos de vida antes que intoxicar y dañar a los pacientes que – ingenuamente – confían su salud en las manos de un «doctor» que, a su vez, ingenua o negligentemente confía en la información que recibe de manos de las compañías farmaceuticas y del establishment «basado en la parcial evidencia». Buen artículo. Compartido.
por Martín Plaza Garmendia.
Estimado Cristóbal,
Por eso es que hay que promover el autoaprendizaje y es ahí donde uno logra usar efectivamente herramientas como la medicina basada en la evidencia, siempre considerando las preferencias de la persona y su contexto.
La integralidad puede dártela un modelo de atención integral con enfoque familiar y comunitario como el que aplicamos los médicos familiares.
Es importante informar si los tratamientos no tienen estudios de eficacia ni seguridad, para que la persona decida si prefiere ese manejo o el que tiene mejores resultados según la mejor evidencia disponible.
Saludos.