¿Quién paga?

Los efectos adversos de aceptar obsequios y agasajos de parte de la industria farmacéutica han sido ampliamente estudiados y revisados. En este post aludiremos brevemente a uno de ellos, que tiene relación con el principio ético de la justicia, y que creemos fundamenta por sí solo la necesidad de un viraje radical por parte de la profesión médica (viraje que nosotros mismos decidimos efectuar hace algún tiempo).

Se trata de un razonamiento tan simple y evidente que –como es la norma en estos casos– con excesiva frecuencia se lo pasa por alto. Contiene esa nota de “obviedad” que contenían las consignas didácticas elementales que nos repetían nuestros padres y profesores cuando éramos niños, cuando aún no teníamos plenamente desarrollada la capacidad para preocuparnos por las consecuencias de nuestros actos y por sus efectos en las vidas de nuestros semejantes. Como que si tiras un papel donde no debes, alguien tendrá que recogerlo. O si dejas tu pieza desordenada, alguien tendrá que ordenarla. O si dejas el televisor encendido, hay alguien que pagará esa cuenta. Ese alguien, por supuesto, no eras tú, sino uno que tendría que asumir injustamente los costos de tu descuido.

Pues bien, cuando disfrutamos de una deliciosa cena en un elegante restaurante invitados por una compañía farmacéutica (cena habitualmente acompañada/pretextada por una conferencia “educativa”), hay alguien que pagará la cuenta. Ese alguien –lógicamente– no somos nosotros, los invitados. Pero –y aquí está el truco– tampoco es la compañía farmacéutica. ¿Por qué no? Bueno, en primer lugar porque sus dueños no tienen ningún interés en gastar su dinero en hacer pasar un buen rato a un grupo de médicos en un restaurante de lujo, por muy inteligentes, simpáticos o atractivos que éstos sean o crean ser. La compañía farmacéutica que tan gentilmente ha decidido invitarnos es –como cualquier otra compañía– un negocio. Y ningún negocio que se precie de tal se permite andar regalando o derrochando su dinero por puro amor o generosidad. Los negocios no aman. No está en su naturaleza. (Esto no es un juicio sino una constatación: tampoco aman los tomates y no por ello son malos, muy por el contrario.)

Pero en segundo lugar y más concretamente, lo que ocurre en la práctica –y aquí está la perogrullada– es que el laboratorio en cuestión asume imaginariamente el costo de esa cena (y de millares de cenas, fiestas, viajes y eventos), pues recupera –en forma instantánea y con creces– el valor de la misma mediante un sencillo mecanismo “dual”: por un lado, carga los gastos incurridos a los precios de sus productos; y por el otro, obtiene las prescripciones necesarias –y muchas más– de la mano y pluma de los alegres comensales y sus discípulos. Sobra decir que si este mecanismo no fuese probadamente efectivo, ningún laboratorio ofrecería semejantes banquetes a estos golosos hijos de Hipócrates (y ningún gerente conservaría su puesto luego de permitir semejante derroche).

De modo que al terminar el bajativo y encaminarnos a casa –con la guatita llena y el corazón contento–, no sólo hemos asumido un conflicto de interés innecesario, y expuesto nuestro juicio clínico y nuestra integridad profesional a los efectos del marketing y los incentivos de un actor interesado. Además hemos avalado un sistema de promoción cuyas diferencias con el soborno son extremadamente difíciles de identificar, y hemos aceptado que sus costos sean asumidos por los pacientes. Ellos son los que pagan la cuenta.

8 comments

  • por Luis Sepúlveda.

    Resulta tan obvio cuando se lee lo expuesto, sin embargo uno como profesional no dimensiona que quien finalmente termina «pagando el pato» es el paciente.

    Resulta penosamente evidente, que uno ingenuamente SÍ cae en estas estrategias de marketing y a fin de cuentas quien es económicamente perjudicado es el paciente. Presumo que las grandes ventajas de las que uno sale convencido tras la charla no deben ser de la magnitud que se exponen (o al menos de una magnitud tal que justifique su prescripción), sin embargo dado que la circunsatancia fue grata, quien finalmente termina indicando el medicamento es nuestro núcleo accumbens y nuestro circuito hedónico… lamentablemente…

    Los felicito por exponer con claridad los hechos que aparentemente no son tan evidentes como uno cree.

    • por Médicos Sin Marca.

      Hola Homero, nos gustaría responderte, ¿podrías ser más específico por favor?, ¿respecto a qué tema haces tu pregunta?

      • por Homero Gac.

        Lo que pasa es que es un tema preocupante ya que creo que enturbia la relación médico-paciente. Mi consulta va por si hay revisiones sistemáticas respecto a influencia de incentivos. Ya que hasta ahora sólo he visto trabajos de revisión y opinión con poca casuística. Me encantaría saber si hay puntos de corte en montos de regalos o comparaciones de prescripción en estudios prospectivos donde se evalúe con buena evidencia la influencia de estos estímulos, ya que por sentido común uno piensa que no es lo mismo un lápiz que un viaje fuera del país.

        Muchas gracias y felicitaciones por la iniciativa.

        HG