
La atención médica suele culminar con la prescripción, que la RAE define como «recetar, ordenar un remedio». Esta definición debe ser matizada pues la prescripción ya no se considera una «orden» en sentido estricto, sino parte de de una relación clínica en la que el paciente participa como agente autónomo en la toma de decisiones. De todos modos, el carácter mandatorio de la prescripción nos recuerda la asimetría de poder que ha existido, y seguirá existiendo, en la relación médico-paciente. Frente al conocimiento y la capacidad de ayuda técnica del médico, se encuentra la vulnerabilidad de la persona que pide ayuda. Como señalaba Laín Entralgo, una buena relación médico-paciente es personal y amistosa, pero nunca debe ser una relación entre iguales, pues el rol técnico del médico lo sitúa en una posición de preeminencia respecto del enfermo.
Consciente de la responsabilidad que recae sobre la prescripción, la Organización Mundial de la Salud publicó en 1994 su Guía para una buena prescripción. La guía se basa en un modelo de seis pasos para la prescripción racional y está orientado a la formación de profesionales de la salud. A 30 años de su publicación, muchas cosas han cambiado: la digitalización de la ficha clínica y la receta médica, el acceso a bases de datos en-línea y el uso de inteligencia artificial (tanto por médicos como por pacientes), y el incremento en las opciones y costos de la prescripción. A esto se suma una industria farmacéutica que, a la vez que proporciona nuevos productos, tiene en la prescripción de estos un lucrativo negocio. La responsabilidad del médico en la prescripción supone que no sea partícipe de este negocio, sino un garante del bienestar de los pacientes frente a un mar de alternativas terapéuticas.
Por supuesto, 30 años atrás la industria farmacéutica ya tenía a los médicos en la mira para la promoción de sus productos y la Guía de la OMS era consciente de ello. Si bien considera que la información proporcionada por folletos y personas pagadas por la industria puede ser útil para conocer novedades terapéuticas, nota que esta información debe considerarse sesgada y siempre ser contrastada por fuentes de evidencia imparcial. La Guía no se muestra contraria a la recepción de «muestras médicas», pero llama al médico a no apresurarse a su uso ni a sacar conclusiones sobre su utilidad en base a la experiencia con unos pocos pacientes. En general, vemos una posición más bien permisiva, que sin duda refleja la actitud complaciente que los médicos tradicionalmente han tenido frente al influjo de la propaganda y el marketing farmacéuticos.
Treinta años después, sin embargo, las cosas han cambiado. Hoy contamos con amplia evidencia acerca de la influencia que el influjo de la propaganda y el marketing farmacéuticos tiene sobre la prescripción. También vemos un gradual despertar de distintas agrupaciones, de médicos y sociedad civil, que promueven una práctica clínica basada en evidencia y libre de las influencias de la propaganda y los incentivos provenientes de la industria farmacéutica. Entre ellas, se incluye nuestra agrupación, Médicos Sin Marca, en funciones desde 2012. Creemos que ya es tiempo de que la OMS prepare una actualización de su Guía para una buena prescripción, que esta vez tenga en cuenta la importancia de recomendar estándares más estrictos para la prevención de conflictos de intereses en medicina..
Firma:
Bernardo Aguilera D.
Médicos sin marca